Antes de entrar en materia, le dedicaremos un apartado a la germinación, una subfase del periodo de crecimiento que debe afrontarse con sumo cuidado, pues es la manera en la que se obtiene la plántula, que constituye el primer estadio de vida de la de marihuana. Los breeders llevan realizando cruces desde principios de los 70 para aumentar la diversidad genética de la especie, y esta se ofrece ante nosotros con la germinación. Sin embargo, hay muchos cultivadores que no saben cómo germinar correctamente sus semillas. Por eso consideramos importante hacer un repaso de los diferentes métodos que existen.
Indice
Por Stoney Tark
El método de germinación más común consiste en envolver las semillas en servilletas de papel humedecidas, que luego se almacenan en un lugar cálido y oscuro. Normalmente se utilizan dos capas de papel, que deben estar mojadas pero no chorreantes, ya que si las semillas no tienen suficiente aire alrededor no germinarán. Además, un exceso de agua puede hacer que se ablanden.
Un problema habitual con este método es que a veces la raíz primaria crece demasiado en busca de sustrato y acaba atascándose y volviéndose demasiado gruesa. Y aunque ver brotar una raíz primaria larga y vigorosa es de lo más satisfactorio, evitar que crezca con forma de J es más complicado de lo que parece. Para ello, se puede introducir el papel en un sobre o en una funda de plástico y colocarlo en vertical, pues así la raíz crecerá hacia abajo, de la misma forma en que lo haría en el sustrato, y no adquirirá la temida forma de jota.
Otra forma sencilla de germinar las semillas, y que personalmente prefiero a otros métodos, es introducirlas en un vaso con unos 5 cm de agua. Una vez que se encuentren flotando, bastarán unos pocos días para que se abran y brote la raíz primaria; algunas incluso podrían germinar antes de haberse hundido.
El método funciona hasta con semillas viejas difíciles de tratar, y permite la inoculación de hongos Trichoderma y de gotas de extracto de algas marinas para acelerar el proceso. Algunas semillas empezarán a germinar en 6 horas tras la inoculación, mientras que otras podrían tardar de 3 a 5 días. Como siempre, lo mejor para que todo salga bien es tener paciencia.
La importancia de la humedad y de la temperatura
Durante el periodo de crecimiento, las plantas desarrollan su estructura principal y producen hojas y tallos. En esta fase se emplea un ciclo de iluminación de 18 horas de luz y 6 horas de oscuridad con el que se imita el clima exterior de primavera a verano para que las plantas se centren en el crecimiento vegetativo. Se trata de una etapa fundamental que determinará el tamaño final de los ejemplares, así como la estructura de sus ramas y raíces y su potencial de floración.
Al igual que durante la fase de plántula, durante el periodo vegetativo se necesita una temperatura cálida y una humedad alta que permita a las plantas desarrollar todo su potencial. La temperatura ideal es de 24 ºC durante el día y de unos 5-8 grados menos durante la noche, mientras que la humedad debe situarse en torno al 70-75 %.
De esta manera se consigue replicar los días cálidos y húmedos del exterior y se facilita el trabajo a los estomas, los encargados de absorber el dióxido de carbono del aire. Estas estructuras necesitan encontrarse en ambientes húmedos; pues, cuando la humedad es demasiado baja, se cierran y deja de producirse la fotosíntesis, lo que puede hacer que la planta se marchite.
Una buena forma de controlar la humedad durante la fase de crecimiento es conectar un controlador programable a un humidificador que se encienda y se apague según sea necesario. De esta manera, podrás ausentarte del espacio de cultivo sabiendo que las condiciones ambientales están controladas y que la fotosíntesis sigue su curso normal.
Nutrientes necesarios durante el periodo de crecimiento
Los nutrientes suelen dividirse en dos grupos: nutrientes primarios y oligoelementos. Dentro de los nutrientes primarios encontramos el nitrógeno (N), el fósforo (P) y el potasio (K), los principales elementos de los que suelen componerse los fertilizantes para marihuana. Los indicados para la fase de crecimiento suelen tener un ratio NPK de 5-2-2, mientras que en los de floración la proporción suele ser de 2-7-8.
Nitrógeno
Durante la fase de crecimiento, el nitrógeno contribuye a la formación de hojas y tallos. Esto es importante porque la clorofila, fundamental para la fotosíntesis, se encuentra en las hojas, por lo que, cuanto más tejido rico en clorofila se produzca, mayor será la velocidad a la que las plantas podrán intercambiar oxígeno y carbohidratos.
Fósforo
El fósforo regula la síntesis de proteínas, el desarrollo celular y la producción de nuevo tejido, contribuyendo a la formación de tallos y ramas resistentes, así como al desarrollo de un sistema de raíces vigoroso.
Potasio
El potasio ayuda a que las plantas sean más resistentes a las enfermedades, a las plagas y a la sequía y, en combinación con el nitrógeno, el fósforo y los oligoelementos, contribuye al correcto desarrollo vegetativo.
Para asegurarse de que las plantas disponen de las cantidades adecuadas de nutrientes durante la fase de crecimiento, se recomienda utilizar un sustrato rico en componentes orgánicos y complementarlo con fertilizantes líquidos según sea necesario. Otra muy buena opción es el compost, fuente natural de magnesio especialmente indicada para el cultivo de variedades OG Kush, que suelen necesitar grandes cantidades de este nutriente. Un sustrato orgánico completo y equilibrado será además rico en oligoelementos, que son tan importantes como los nutrientes primarios para el correcto desarrollo de las plantas.
Técnicas de moldeado
Las técnicas de moldeado como la poda deben emplearse durante la fase de crecimiento, pues una vez empezada la floración podrían estresar a las plantas y terminar siendo contraproducentes. Existen diferentes técnicas que pueden aplicarse:
Poda apical: consiste en eliminar la punta del tallo principal para evitar la dominancia apical y forzar a la planta a crecer más hacia lo ancho. Una vez que se elimina la punta y la planta se repone, en su lugar aparecen dos nuevos brotes que crecen simétricamente, lo que se traduce en una menor altura y una mayor anchura.
LST (Low Stress Training): el LST es una forma excelente de iniciarse en este tipo de técnicas. Todo lo que hay que hacer es doblar y atar el tallo principal para que la planta crea que este ya no es el punto más alto de la estructura vegetativa y fortalezca el resto de ramas. Como resultado, se obtiene una forma más arbustiva con numerosas ramas principales que darán lugar a una cosecha más abundante. Tras 2-3 días, la punta doblada volverá a crecer hacia arriba.
Supercropping: se basa en romper parcialmente los tallos y ramas de la planta para dañar la pared celular interna y obtener una estructura más resistente. Esto sucede porque, para reparar las zonas dañadas, la planta segrega hormonas como las auxinas, que además de formar callos en las roturas, fomentan la altura y el vigor. El supercropping se considera una técnica de alto estrés y requiere cierta práctica, pero al final las plantas siempre se recuperan y se vuelven más fuertes.
Poda lollipop: también conocida como poda de bajos, consiste en eliminar las ramas de la parte inferior de la planta para concentrar toda la energía en la zona superior. Debe realizarse cerca de la floración para que la energía extra se redirija a la producción de cogollos. Generalmente, se aconseja eliminar el 60-70 % de las ramas que quedan por debajo de la zona superior, de forma que esta aproveche al máximo la luz y produzca únicamente cogollos densos y gruesos.
SCROG: utilizando una rejilla, se busca obtener una masa vegetativa homogénea formada por ramas principales de unos 60-90 cm. En este caso, la función de la rejilla no es proporcionar sujeción, sino garantizar que todas las ramas que consigan atravesar los recuadros maximicen su capacidad productiva. Para que el método SCROG funcione lo mejor posible, es importante crear una estructura adecuada utilizando cada una de las técnicas anteriores en el momento indicado.
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