Vivimos en una época a la que muchos se refieren como de renacimiento psicodélico, porque los científicos están redescubriendo el inmenso potencial de curación de estas sustancias. Y entre las que más posibilidades encierra está la psilocibina, la sustancia activa de los llamados “hongos alucinógenos” y que tiene un gran futuro para tratar desde las adicciones a otros problemas psicológicos.
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La psilocibina es un compuesto psicotrópico activo que se encuentra en los hongos del género Psilocybe, que comprende más de 200 especies que crecen en todos los continentes y que frecuentemente son conocidos como "hongos mágicos". El compuesto tiene una estructura similar al LSD (Dietilamida del Ácido Lisérgico) ) o al DMT (Dimetiltriptamina) dos de los compuestos psicodélicos más potentes. Y, al igual que estos, produce efectos alucinógenos y eufóricos.
Estos hongos se encuentran entre los psicodélicos más universalmente reconocidos. Pero a pesar de investigaciones que muestran su seguridad y eficacia como tratamientos para enfermedades psicológicas, y su larga historia de uso por parte de los pueblos indígenas, los hongos que contienen psilocibina son ilegales en la mayoría de los países.
Por ejemplo, dentro de los Estados Unidos, la psilocibina es ilegal y una sustancia de la Lista I, definida por tener un alto potencial de adicción y ningún uso médico aceptado. Sin embargo, en algunos estados, es legal comprar esporas de hongos mágicos y es legal cultivarlas, como en Nuevo México. Junto con el estado de Oregon, ciudades como Oakland, California y Denver, en Colorado, han despenalizado durante el último año la psilocibina y otros psicodélicos naturales, como la ayahuasca y el peyote.
Esto no necesariamente legaliza el uso, posesión o cultivo de psicodélicos naturales, pero sí significa que estas ciudades no utilizarán recursos para investigar o arrestar a personas por consumirlos. Además, los activistas de Oakland están elaborando una propuesta que permitiría una actividad comercial minorista limitada para tales sustancias.
Aunque hasta ahora el movimiento de reforma de los psicodélicos se ha limitado en gran medida a las jurisdicciones locales, más de 100 ciudades en los EE. UU. ya han expresado su interés en que se promulguen cambios de política similares. No es exagerado decir que un movimiento está en marcha. Después de todo, la legalización del cannabis comenzó con medidas de despenalización que se convirtieron en un movimiento que nos llevó a la adopción generalizada de hoy: el cannabis es legal en 33 estados y el Distrito de Columbia.
¿Qué es la investigación psicodélica?
Al igual que con el cannabis, el motor del movimiento de legalización de los psicodélicos tiene raíces profundas en la medicina. El término "psicodélico" fue acuñado por el psiquiatra inglés Humphrey Osmond, de las palabras "psique" que significa mente o alma y "delos/delic", que significa revelar.
Por lo tanto, las sustancias psicodélicas pueden considerarse reveladoras del alma o de manifestación de la mente; y son de naturaleza extremadamente catártica, lo que permite al individuo superar las experiencias negativas y el trauma emocional. Debido a estos rasgos, son especialmente beneficiosas para las personas con afecciones psicológicas severas y resistentes a los tratamientos convencionales, como el trastorno obsesivo compulsivo, el trastorno de estrés postraumático o distintos tipos de adicciones.
De hecho, un creciente número de investigaciones médicas sugiere que la psilocibina puede usarse para tratar patologías tan comunes como la ansiedad y la depresión. También se ha encontrado que tiene un bajo potencial de abuso y apenas ningún potencial de dependencia. En otras palabras, es muy poco probable que se desarrolle una adicción a esta sustancia, ya que su tasa de toxicidad es extremadamente baja.
Un sustituto de los fármacos convencionales
Gran parte del mundo occidental es una cultura farmacológica donde hay una pastilla para arreglar casi todo. Esto ha derivado especialmente en una adicción a los opioides, sustancias con nefastos efectos secundarios que producen dependencia física y mental. La idea de usar drogas psicodélicas para tratar las adicciones al alcohol, la cocaína, los propios opiáceos o el tabaco también ha estado durante bastante tiempo encima de la mesa, pero es ahora cuando se está acuñando definitivamente el término de terapia asistida por psicodélicos.
Los tratamientos con psilocibina han demostrado resultados increíbles clínicamente probados. Por ejemplo, en 2016, en el pico de la epidemia de opioides, se realizó un estudio con psicodélicos, incluidos LSD, mescalina y psilocibina, que determinó que la suplementación con drogas alucinógenas reducía la adicción a estas pastillas. Un estudio de 2017 publicado en la revista Nature también mostró que el 47% de los pacientes que experimentan depresión resistente al tratamiento mostraron respuestas positivas a las cinco semanas después de recibir un solo tratamiento con psilocibina. Y en 2018, investigadores de la Universidad Johns Hopkins pidieron eliminar la psilocibina de la lista de sustancias de la Lista I.
De hecho, La FDA ha abierto la puerta a la psilocibina, aunque solo sea una rendija. COMPASS Pathways, una institución de investigación que estudia la salud mental, recibió la designación de "terapia innovadora" en 2018 por parte de la FDA para su terapia con psilocibina para la depresión.
¿Cómo actúa la psilocibina en nuestro cuerpo?
Los fármacos alucinógenos interfieren con el neurotransmisor serotonina en el cerebro. Los neurotransmisores son sustancias químicas creadas por el cuerpo que transmiten señales (información) desde una neurona hasta la siguiente a través de unos puntos de contacto llamados sinapsis y alteran el estado de ánimo, la percepción sensorial, el sueño, el hambre, la temperatura corporal, el comportamiento sexual o el control muscular. La corteza cerebral está repleta de estos receptores, y se necesita una dosis mínima de psilocibina para activarlos.
Sin embargo su uso tampoco está exento de efectos secundarios, que incluyen náuseas, vómitos, debilidad muscular, confusión y falta de coordinación. Cuando se combina con otras sustancias, como alcohol o marihuana, los efectos empeoran. Las dosis más sustanciales resultan en una sobredosis y producen efectos alucinógenos intensos durante un tiempo más prolongado. También se ha documentado la tolerancia, lo que significa que una persona necesita una dosis cada vez mayor para sentir los mismos efectos alucinógenos.
Pero la investigación sugiere que, usada en pequeñas cantidades, las microdosis de psilocibina (es decir una dosis tan pequeña que no se percibe el efecto y opera por debajo del umbral más potente) pueden proporcionar una alternativa útil a los tan dañinos fármacos opioides, ofreciendo unos resultados más positivos y ningún efecto secundario.
¿Qué nos espera en el futuro?
Los psicodélicos, en general, han sido sometidos a muy pocas investigaciones científicas durante las últimas décadas, debido a su situación como sustancia prohibida. Sin embargo, los estudios que se han realizado con hongos psilocibios han obtenido unos resultados muy interesantes y pueden ser la puerta de entrada a un uso más generalizado por parte de los pacientes.
Porque la última vez que los psicodélicos fueron consumidos por un gran número de personas resultó en una gran agitación cultural en la década de 1960, que inició la guerra contra las drogas, haciendo que estas sustancias fueran ilegales en todo el mundo. De la investigación disponible, está claro que los psicodélicos pueden influir profundamente en una mente atormentada, y si estas sustancias se consumieran en pequeñas cantidades, bajo supervisión y en entornos seguros a escala global, posiblemente veríamos otra poderosa revolución cultural.
La psilocibina, el DMT o el LSD liberan la conciencia al mostrarnos que hay más en la realidad de lo que se ve a simple vista, lo que realmente puede cambiar las puertas de la percepción. Y cuando tomamos en consideración cuántas personas padecen trastornos mentales en el mundo, está claro que los psicodélicos pueden convertirse en una poderosa herramienta que empujará nuestra cultura hacia territorios terapéuticos más iluminados.
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