El mercado de cannabis maneja cifras que superan los 7700 millones de dólares (6700 millones de euros) al año. Las previsiones son optimistas y se espera una tendencia al alza, hasta superar los 31.400 millones (27.550 millones de euros) en 2021, con una tasa de crecimiento de hasta el 60 % anual. Son muchos los países que pueden ocupar un lugar estratégico, como España, que cuenta con unas condiciones óptimas para el cultivo de esta planta y una potente infraestructura dedicada a otros cultivos, como las flores. Algunas empresas ya se están posicionando para un mercado que se presume muy competitivo y buscan los mejores escenarios.
No hay duda de que el cannabis, y toda su industria, es un negocio en auge. Mientras las evidencias científicas continúan demostrando sus beneficios, cada vez más países legislan a favor de la despenalización para aprovechar todo su potencial terapéutico, pero también económico. Los datos apuntan a que el sector ya mueve más de 7700 millones de dólares (6700 millones de euros) al año, y se espera que en 2021 supere los 31.400 millones (27.550 millones de euros). Ello supone una oportunidad para regiones cuyas economías se han visto afectadas negativamente por diversos factores. El turismo, la farmacología o la agricultura son algunos de los sectores que más notan la creciente importancia del cannabis.
Valencia, ¿capital europea del cannabis?
En Valencia (España) existe un buen ejemplo de cómo una importante multinacional estadounidense ha invertido en el sector, aprovechando infraestructuras, como los invernaderos existentes, y unas condiciones climatológicas óptimas para el cultivo, como son sus 300 días de sol al año. Hablamos de Freedom Leaf, una empresa con sede central en Las Vegas, que ha destinado 4,1 millones de euros a la adquisición de unos invernaderos de 37.000 metros cuadrados dedicada a la producción de flores de Poinsettia (popularmente conocidas como flores de Pascua).
Se trata de uno de los mayores productores de flor de Pascua en Europa y la compañía estadounidense pretende convertirla en una de las mayores plantaciones de marihuana del continente, dada las similitudes del cultivo de este tipo de planta con el del cannabis. En su apogeo, producía millones de flores de Poinsettia y tenía más de 80 trabajadores. Todo se hará con el apoyo financiero de Merida Capital, una sociedad de capital riesgo especializada en la industria del cannabis que financia la expasión de esta empresa en el Viejo Continente.
La elección de una plantación de Poinsettia no es casual. Al igual que el cannabis, el fotoperiodo de esta típica flor navideña condiciona su crecimiento. La utilización de técnicas y tecnología para controlar este factor se da en todos los ámbitos agrícolas, pero con especial relevancia en el de las plantas y flores ornamentales de temporada.
Su finalidad es controlar la luz, para alargar o acortar los días de forma artificial y 'engañar' a las plantas de tal forma que su reacción fisiológica se ajuste a los objetivos del productor. El alargamiento superficial del día se logra con la utilización de lámparas especiales, que gestionan tanto la duración como la intensidad de la luz. En cambio, cuando se necesita ofrecer más horas de oscuridad, se emplean pantallas térmicas y lonas de sombreado. Estas pantallas deben evitar cualquier resquicio por el que entre luz, ya que ello podría alterar el ritmo de crecimiento buscado.
Se trata de la misma técnica que utilizan los cultivadores en el condado de Humboldt cuando quieren acelerar la cosecha al mes de agosto, para así poder vender su producto antes de que el mercado se cope en los meses de octubre y noviembre, que es cuando se realiza la recolección del cannabis en exterior. Y consiste en aplicar el concepto de 'light deprivation' (privación de luz) para reducir artificialmente las horas de luz en los invernaderos y así lograr que las plantas maduren antes.
La floricultura, entre la reconversión, la innovación y la desaparición
La agricultura es un sector que se encuentra de capa caída en muchos países, como demuestra la caída del peso relativo del sector primario en el PIB mundial. En Europa, esa tendencia se ha dejado notar en el sector en general, pero también en la industria floricultora en particular. El negocio de las flores se enfrenta a graves problemas, como una competencia creciente de países en desarrollo, con menores costes de producción. Países como Marruecos, México, Kenia, Israel o Colombia están disputando a las empresas europeas su principal mercado, Europa occidental, obligando a reducir los márgenes de beneficio para competir, algo que no todos los productores pueden permitirse.
En este contexto, el sector debe tomar algunas medidas urgentes para garantizar su supervivencia. La débil situación puede revertirse aprovechando el esperanzador futuro que se prevé para el cannabis, que se ha convertido en un importante foco de atracción para empresas que quieren ocupar una buena posición en este campo.
Esto es lo que ha ocurrido en Estados Unidos, donde se ha abierto la puerta a los inversores que quieran apostar por el cultivo de cannabis. Han invitado a aprovechar las infraestructuras existentes, abandonadas o en uso, dedicadas al cultivo de diferentes variedades de flores, que pueden reconvertirse fácilmente en plantaciones de cannabis. La legalización en algunos de los estados y en Canadá, la existencia de un amplio mercado por explotar, sin apenas competencia, y la aplicación de medidas políticas por parte de algunas administraciones han creado un marco propicio para ello. Y, al parecer, está dando buenos resultados.
Muchas condados de Colorado, Massachusetts y Oregón ya han experimentado lo que se conoce como un 'boom inmobiliario de granjas y viveros en ruinas'. Esto se debe a que los inversores de la industria cannábica prefieren lugares donde ya existan instalaciones dedicadas a la producción de flores, ya que tienen las estructuras más parecidas a las que necesita un cultivo de cannabis. Esto ha dado una segunda vida a las granjas de flores que ya estaban cerradas o que estaban a punto de hacerlo.
En algunos estados como California ha estado impulsado por las propias instituciones. Por ejemplo, en el condado de Monterrey, la ordenanza pública exige a las empresas utilizar tierras de cultivo ya existentes para montar un negocio de plantación de marihuana. Esto ha provocado una gran revalorización de los terrenos agrícolas en la región. Mientras que en 2015 un campo de unas 4 hectáreas podía costar 2,5 millones de dólares (algo más de 2 millones de euros), en 2017 el precio sobrepasaba los 5 millones de dólares (más de 4 millones de euros).
España: opacidad y secretismo
Aunque la información al respecto es escasa y la transparencia destaca por su ausencia, la realidad es que en España ya está desarrollando una importante industria de cannabis legal. Este opaco mercado se encuentra repartido entre cinco grandes empresas, que cuentan con la pertinente autorización del Ministerio de Sanidad para cultivar cannabis con fines terapéuticos y de investigación. La extensión dedicada actualmente es de 20.000 hectáreas.
Pero no es fácil que las empresas interesadas en trabajar en este campo puedan hacerlo. Los trámites son complejos y existen limitaciones que dificultan el libre acceso. Muchas solicitudes son denegadas por la administración, cuando no se ajustan a pie juntillas a los casos que prevé la normativa en vigor. De hecho, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) destaca que las principales causas para denegar la autorización son que la finalidad del cultivo no se encuentre entre los previstos por la ley, que no se haya designado un fabricante autorizado para el tratamiento de la cosecha o que no se haya podido acreditar la licitud de las semillas o plantas adquiridas.
Aprovechar el potencial del cannabis para ayudar al sector floricultor y al agrícola en general, con los evidentes beneficios que ello tendría para el conjunto de la economía, requiere de la aplicación de medidas valientes, alejadas de prejuicios y sustentadas en evidencias científicas. Ello, sin duda, repercutiría en el bien de todos los implicados: consumidores, empresas y ciudadanía en general.
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