La legislación favorable al cannabis siguen ganando terreno en Estados Unidos. La última ley aprobada en este sentido ha sido la de mejora de la agricultura, con la que la administración Trump da vía libre a la producción de cáñamo para uso industrial. Esta medida es un paso adelante, aunque todavía insuficiente, si se compara con las legislaciones vigentes en aquellos estados en los que el consumo recreativo está permitido y regularizado. En cualquier caso, la apertura ayudará a revitalizar todo un sector que en Estados Unidos cumplió un importante papel y que ahora puede renacer, en el marco de una guerra comercial con otra potencia en el sector del cáñamo: China.
Estados Unidos sigue avanzando, aunque poco a poco, hacia una legislación más permisiva para el cannabis. La última actuación se dio a finales de diciembre, cuando el mandatario estadounidense Donald Trump firmó la Ley de Mejora de la Agricultura. Esta norma se renueva cada cinco años, con el objetivo de actualizar el marco jurídico de la agricultura norteamericana, hacer frente a los nuevos retos y abrir nuevas ventanas de oportunidades. Una de las principales novedades introducidas ahora es la regularización del cultivo del cáñamo, lo que significa la legalización industrial de esta planta.
Con la nueva ley desaparece cualquier mención al cáñamo en la Ley de Sustancias Controladas, lo que significa que se permite la producción industrial de esta planta, superando las normas más restrictivas con las que algunos estados contaban. No obstante, la producción no será totalmente libre, ya que los productores deberán ceñirse a determinadas pautas de forma tajante.
Uno de los criterios más importantes es que cada planta no puede contener más de 0,3 % de THC (límite legal para ser considerada estupefaciente en Estados Unidos), por lo que, a pesar de los avances, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) continuará monitorizando los procesos de cultivo industrial, para garantizar que la producción se ajusta a la normativa. Aquellos que no cumplan con el marco regulatorio se expondrán a importantes sanciones. Por lo tanto, el sector espera que con esta ley desaparezcan las dificultades comerciales y las trabas financieras que hasta ahora le han afectado, debido a la falta de una legislación favorable a nivel federal.
Con la nueva ley desaparece cualquier mención al cáñamo en la Ley de Sustancias Controladas.
La Ley de Mejora de la Agricultura ha provocado movimientos en la FDA, que respondió rápido anunciando el estudio de una posible regulación más permisiva con la producción y el comercio de los productos derivados del cannabis. De tal forma, se espera que en los próximos meses este organismo establezca unos parámetros claros para facilitar el comercio interestatal. Así, la venta de productos derivados del CBD, como aceites, bebidas y cremas que hasta ahora se vendían a través de Internet, será más sencilla, gracias a una mayor armonización de los diferentes marcos legales. Para contar con la opinión de todas las partes interesadas, ya se ha anunciado una reunión pública en la que recopilar sugerencias y propuestas.
Una norma a remolque
Aunque es cierto que las referencias al cáñamo en esta norma suponen un avance sin precedentes a nivel federal, algunos estados poseen una legislación mucho más permisiva y abierta. De hecho, la marihuana medicinal es legal en 33 estados, mientras que el consumo recreativo está permitido en Oregón, Alaska, Washington, Colorado, California, Ohio, Maine, Massachusetts y Michigan, así como en el distrito de Columbia.
Junto con estos, poco antes de que Trump firmara la ley, los gobernadores de Nueva Jersey, Nueva York y Nuevo México ya habían avisado de que a lo largo del 2019 procederían a regular el uso recreativo del cannabis.
Frente a estas posturas más abiertas por parte de algunos estados, el Gobierno federal se ha mostrado reacio a cualquier avance, especialmente desde los años 80. Esta postura represiva parecía que iba a ser la continuada por parte de Trump, especialmente tras filtrarse a la opinión pública algunos planes secretos de la Casa Blanca para aplicar medidas contrarias al cultivo y consumo del cannabis.
Aquellos que no cumplan con el nuevo marco regulatorio del cultivo de cáñamo se expondrán a importantes sanciones.
Estos planes, que estaban dirigidos por el Comité de Coordinación de Políticas de Marihuana, tenían el objetivo de contrarrestar los datos positivos sobre la planta y alterar así la mayoritaria postura favorable de la opinión pública estadounidense. Sin embargo, la inclusión en la ley de medidas relativas al cultivo del cáñamo, si bien no resulta un cambio radical, supone una bocanada de aire fresco y permite albergar esperanzas a los partidarios de la regularización.
Una industria con pasado… y futuro
La industria del cáñamo gozó de buena salud en Estados Unidos durante la primera mitad del siglo XX. Pero en 1937, por el temor de las autoridades a un consumo excesivo e incontrolado, se aprobó la Ley de Tasación de Marihuana, con el objetivo de reducir el tamaño del sector del cannabis, sin distinguir entre las diversas subespecies. Tras esta primera estocada, la industria del cáñamo fue condenada a muerte por la aprobación de la Ley de Sustancias Controladas, de 1970, que produjo un endurecimiento en el trato del cannabis y prohibió de forma taxativa tanto la marihuana como el cáñamo.
Ahora, esta prohibición se revierte para el cáñamo industrial, que pasa a considerarse producto agrícola. Se abren las puertas a que su industria vuelva a ocupar un importante lugar, como lo fue hace un siglo. En consecuencia, se espera que la evolución y las repercusiones económicas de esta nueva situación sean positivas, ya que gracias a su versatilidad puede servir como materia prima para alternativas al plástico, productos cosméticos, alimentarios, textiles… Ello supondría una ayuda para innovar en otros sectores relacionados y estimular la economía nacional.
Algunos analistas han señalado que esta medida de la administración Trump encuentra su verdadera razón en la guerra comercial con China. Ante la caída de las exportaciones en productos tan importantes como cereales, colza, maíz y soja, y la consiguiente reducción de las producciones por las medidas proteccionistas y arancelarias del actual gobierno, han querido ofrecer una alternativa a los agricultores. Con ello, por un lado, evitan una merma de su popularidad y, por otro, no dejan amplias extensiones de tierra sin producir, al tiempo que trata de plantar cara al gigante asiático, que se ha convertido en una potencia en la producción y exportación de productos derivados del cáñamo. En este contexto, resulta hasta comprensible que Trump haya apostado por promover este cultivo, con el objetivo de recuperar cuotas de exportación en un sector del que se esperan grandes beneficios.
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