Hace un año, Pensilvania, uno de los estado más afectados por la ola de sobredosis que asola EE.UU., se convirtió en el primero en aprobar la marihuana medicinal para tratar a los pacientes adictos a los opioides. Al añadir este trastorno como una terapia en el programa medicinal, también se permitió las investigaciones sobre la efectividad de la marihuana en este tratamiento. Pero no son pocas las voces que reclaman la legalización de la marihuana recreativa para cerrar el círculo y terminar de una manera efectiva con un problema que afecta a millones de estadounidenses.
En Estados Unidos, el uso excesivo de opioides (derivados del opio que incluyen desde la heroína, a los opioides sintéticos como el fentanilo y pasando por ciertos analgésicos como la oxicodona, la hidrocodona, la codeína o la morfina) se ha convertido en un problema de salud pública, elevado a emergencia nacional, contra el que tratan de hacer frente las autoridades sanitarias. Y no es para menos. Casi 2,5 millones de estadounidenses luchan contra la adicción a los opioides y más de 150 personas mueren cada día por sobredosis, cobrándose más vidas que los accidentes de tráfico o las armas de fuego.
Los opioides son muy efectivos para aliviar el dolor. Por eso se convirtieron en los fármacos preferidos de los médicos para tratar a los pacientes durante los últimos 20 años, sin importar lo leves que fueran sus dolencias. Lo que no explicaron los grandes laboratorios que los comercializaban fue el efecto adictivo que estas sustancias producirían.
Así, en el 2000 los opioides pasaron a ser la referencia para tratar el dolor. Entonces aparecieron analgésicos como el Vicodin, el OxyContin, el Percocet... y luego el fentanilo, un narcótico sintético 50 veces más adictivo que la heroína. Y el consumo creció de forma desproporcionada: en diez años se pasó de prescribir 35.000 recetas de opioides a 14 millones. Y según el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas del Gobierno estadounidense, entre el 8 y el 12% de las personas a las que les prescriben opioides se vuelven adictos a estas sustancias; y alrededor del 80% de quienes consumen heroína abusaron antes de los opioides recetados.
Un poco de historia de Filadelfia
Uno de los lugares donde se está cebando esta emergencia nacional es en Pensilvania. El estado tiene una de las tasas más altas de sobredosis en el país, con 44 casos por 100.000 habitantes a partir de 2017. Eso es más de cuatro veces la tasa de muertes por accidentes de tráfico; y pone al estado ligeramente por detrás de Virginia Occidental y Ohio en muertes por sobredosis.
El 15 de febrero de 2018 fue un día histórico en Pensilvania. Menos de dos años después de que el gobernador promulgó la Ley 16, los dispensarios comenzaron a vender marihuana medicinal. Se esperaba que fuera uno de los mercados de marihuana medicinal más grandes del país. Sin embargo, no estaba sobre la mesa una medida simple que podría ayudar a reducir las tasas de sobredosis: legalizar la marihuana medicinal como sustituto del uso de opioides.
Fue apenas un mes después, el 12 de mayo de 2018, cuando el Departamento de Salud publicó regulaciones revisadas que hacían varias mejoras importantes al programa de cannabis medicinal, como las de ampliar las enfermedades a tratar, incluyendo específicamente la terapia de sustitución para la adicción a los opioides si todos los demás tratamientos fallan, o si un médico recomienda que se use junto con las terapias tradicionales.
¿Por qué es mejor combatir el dolor con marihuana?
En un reciente estudio publicado en The Journal of Headache and Pain, un grupo de investigadores ha comprobado que más de dos tercios de los pacientes que sufren dolor crónico y que se encuentran registrados para acceder legalmente a los productos medicinales a base de cannabis, han acabado por dejar de lado los opioides que les habían recetado sus médicos para utilizar estos otros métodos. La razón es bien sencilla: les ofrecen mejores resultados.
Los hallazgos de este trabajo recientemente publicados en la revista American Medical Association, vienen a corroborar lo que ya mostraban investigaciones previas: que aquellos lugares donde los pacientes tienen acceso a medicamentos basados en cannabis, han visto una reducción del 25% en las muertes por sobredosis y un 23% menos de hospitalizaciones por opioides.
Cuando los pacientes tienen acceso al cannabis, consumen menos recetas de este tipo de medicamentos y tienen más opciones de salir adelante. Ninguna otra medida, norma política ni prescripción médica o terapia ha tenido el impacto que ha tenido el cannabis en lo que respecta al uso de opioides.
¿Porqué ocurre esto?
Debemos de tener en cuenta que el cannabis y los opioides provocan reacciones casi idénticas en el cuerpo humano cuando se trata de aliviar el dolor. No obstante, los compuestos del cannabis tienen además propiedades antiinflamatorias, algo de lo que carecen los opioides, y la inflamación a menudo está asociada con el dolor. A esto se suma que, si bien los opioides son más efectivos para aliviar la sensación corporal del dolor, el cannabis mejora la capacidad de nuestro cuerpo para sobrellevar esas dolencias y nos ayuda a vivir aunque estén presentes.
Aunque las grandes diferencias entre ambos remedios son otras. Para empezar, el cannabis es mucho menos adictivo que los opioides, y los efectos secundarios perjudiciales para la salud humana son menores y más fáciles de tolerar. Esto le convierte en una opción mucho más aconsejable y segura cuando es necesario recurrir a ella durante un largo periodo de tiempo, algo habitual en pacientes con dolores crónicos. Y por último, una sobredosis letal de cannabis es imposible, algo que por el contrario no se puede decir de los opioides.
¿Está la solución en el cannabis recreativo?
El 19 de julio de 2018, el Auditor General de Pensilvania Eugene DePasquale publicó un informe que proyectaba que el estado podría generar 581 millones de dólares al año en impuestos sobre la marihuana si finaliza la prohibición y también se regula el cannabis para adultos mayores de 21 años.
Algunos políticos podrían pensar que Pensilvania necesita resolver los problemas con la marihuana medicinal antes de legalizar la marihuana recreativa. Pero abordar la marihuana para uso médico y recreacional en igualdad de condiciones en realidad presenta una oportunidad para armonizar los dos sistemas de una manera que beneficie tanto a los pacientes como a las comunidades más desfavorecidas.
Los opositores de la legalización a menudo argumentan que incluso si la marihuana legal tiene el potencial de reducir los casos de sobredosis, puede llevar a otros problemas de salud. Pero como la organización Drug Policy Alliance ha documentado, las terribles predicciones de los críticos no se han materializado en los estados que han legalizado.
Porque un beneficio de salud importante de la legalización es la caída asociada en los arrestos por marihuana. Los arrestos y condenas, incluso por delitos de bajo nivel, a menudo conllevan consecuencias dramáticas que pueden durar toda la vida y que sabemos afectan la salud: encarcelamiento, barreras a la vivienda y al empleo, separación de la familia, pérdida de acceso a la atención médica y mucho más.
En Pensilvania, las comunidades de color han sido las más afectadas por la excesiva vigilancia policial y la criminalización a lo largo de la guerra contra las drogas. Y la legalización significaría que decenas de miles de personas cada año, desproporcionadamente negras, y muchos de ellos jóvenes, ya no perderían su vida simplemente porque eligieron consumir marihuana. La legalización también le permitiría a Pensilvania dirigir los ingresos fiscales de la marihuana de manera que mejoren la salud, invirtiendo más en las comunidades que han sido más perjudicadas por la prohibición.
La marihuana legal a todos los niveles puede que no sea la panacea cuando se trata de una crisis de sobredosis, pero es una política de sentido común que reconocería cuán íntimamente se entrelazan la salud pública, la seguridad y un sistema de justicia penal. Dada la eficacia probada de esta planta, ahora es el momento de actuar.
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