Producir un kilo de cannabis en un cultivo de interior acarrea la emisión de 4600 kilos de dióxido de carbono y el gasto energético de generar un cigarro de marihuana es equivalente a dejar una bombilla encendida durante 25 horas. El gran consumo de agua y electricidad que requieren este tipo de plantaciones puede perjudicar en gran medida al medio ambiente. Sin embargo, existen algunas medidas para reducir al máximo su huella de carbono.
De media, producir un kilogramo de cannabis en interior conlleva la emisión de 4600 kilogramos de CO2. Esta medida es lo que se conoce como huella de carbono, una variable que mide la contaminación causada por una actividad humana según la cantidad de este gas nocivo generado para llevarla a cabo. La de un kilo de marihuana es equivalente a la de cruzar en coche Estados Unidos de costa a costa siete veces. Si hablamos de un solo porro de marihuana, producirlo es similar a dejar una bombilla encendida durante 25 horas o a fabricar ocho litros y medio de cerveza. Además, está el tema del agua, pues aunque se trata de una planta muy resistente, puede llegar a necesitar mucho riego dependiendo de su estructura y el tamaño de la maceta.
Cada vez son más los países que han dado el paso de eliminar las barreras legales al uso del cannabis, ya sea para uso recreativo o con fines médicos. En Estados Unidos, donde muchos territorios han eliminado dichas restricciones, casi dos de cada tres ciudadanos están a favor de la despenalización, según un reciente informe de la firma de análisis Gallup. La cifra de apoyo, un 65 % de la población, es la mayor de los últimos 50 años.
Con la disminución del miedo a posibles represalias, el desarrollo del mercado y ante una sociedad que se abre poco a poco, la industria del cannabis necesita conseguir una mayor producción. Además, cada vez son más los usuarios de cannabis que deciden cultivar sus propias plantaciones de marihuana, bien en casa o bien al aire libre. Esta práctica está impulsada por la búsqueda de una mayor seguridad y el deseo de un mayor control del proceso y de los rendimientos.
Por desgracia, esta creciente expansión de los cultivos puede traer consigo graves consecuencias ambientales: para crecer, las plantas de cannabis necesitan un consumo de energía que, además de a sus dueños, pasaría factura al planeta. Una investigación publicada en 2011 estimaba que solo la industria del cannabis representaba el 1 % del total de la electricidad empleada en todo Estados Unidos, un número que refrendaba un estudio realizado el año pasado, que reflejaba que los procesos de cultivo de cannabis consumen 6000 millones de dólares al año de la energía estadounidense o lo suficiente para abastecer a 1,7 millones de hogares.
En torno a la mitad de este enorme gasto energético está asociado a la iluminación y el control de la temperatura, que los cultivadores necesitan con el fin de mantener unas condiciones apropiadas para que las plantas puedan desarrollarse. Las bombillas de alto consumo utilizadas a veces, como las de sodio de alta presión (HPS), se unen al uso de aparatos de aire acondicionado, deshumificadores, ventiladores y generadores de dióxido de carbono que disparan el gasto eléctrico.
Estrategias para reducir la huella de carbono
Según Evan Mills, un científico californiano experto en energía y cambio climático, la industria del cannabis podría aumentar la eficiencia de casi cualquier etapa de la producción. Y cada vez son más las empresas y los cultivadores particulares que ponen de su parte para mitigar la huella de carbono de las plantaciones.
Las cosechas de interior son las que más energía consumen y, por tanto, las que más cuestan a sus responsables. Según Mills, el cultivo de la planta en interiores utiliza seis veces más energía que la industria farmacéutica y genera 15 millones de toneladas de carbono, equivalentes a las emisiones de tres millones de automóviles. No obstante, existen algunas formas de reducir el gasto de electricidad gracias a soluciones innovadoras basadas en la ciencia y la tecnología. Aunque es posible sustituir las luces HPS por unas led, que gastan menos electricidad, estas últimas hacen que las plantas tengan un rendimiento mucho menor. Sin embargo, bombillas como las fabricadas por la empresa Boulderlamp pueden llegar a utilizar menos de la mitad de energía que una lámpara estándar de 1000 W tipo HPS. Una de 315 W de este fabricante permite aumentar la producción un 25 % mientras se ahorra hasta un 45 % de energía, según sus fundadores. También algunas 'startups' desarrollan soluciones para que los cultivadores de cannabis puedan reducir la huella de carbono de las plantaciones sin disminuir su calidad. Una de ellas es Scale Energy Solutions, que combina la energía solar y el gas natural en un sistema que puede reducir la factura eléctrica de los cultivos de interior hasta en un 35 %. Uno de sus secretos consiste en utilizar el exceso de calor de los generadores para alimentar los aparatos de aire acondicionado.Otra de estas empresas que apuestan por la sostenibilidad es GrowX, enfocada también a aumentar la eficiencia de las plantaciones de interior. Para ello, desarrolla sistemas de cultivo hidropónicos que incorporan sensores, luces y mallas de cultivo en una red inteligente que reduce el consumo de energía y agua. La tecnología permite especificar dosis de nutrientes para cada planta, según sus necesidades, a la vez que ajustar y monitorizar la temperatura del aire, la humedad, el pH o el dióxido de carbono emitidos.
La naturaleza como proveedora
Sin embargo, muchos cultivadores prefieren sembrar sus plantas de cannabis en el exterior para aprovechar la luz solar y los nutrientes naturales que tiene el suelo. Al no necesitar iluminación artificial, los cultivos al aire libre pueden resultar hasta tres veces más baratos que los interiores. El problema es que muchos terrenos y zonas climáticas pueden no ser aptos para el desarrollo de las plantas de marihuana, o la legislación de algunos estados puede poner trabas a su crecimiento en el exterior.
Un buen ejemplo de éxito en la reducción de la huella de carbono en plantaciones a la intemperie es la de Rob y Linda Trotter, un matrimonio estadounidense que cultiva cannabis en su finca de Colorado respetando el medio ambiente, un modelo que quieren transmitir a otros agricultores. Toda la energía que su cultivo necesita proviene de un generador hidroeléctrico que también sustenta el resto de actividades de la granja. El terreno disfruta, además, de unas condiciones muy favorables. Como se encuentra en la ladera de una montaña de casi 4.000 metros, la cosecha puede tomar el agua pristina procedente del deshielo y absorber alimento de un suelo muy rico en nutrientes que abonan con material orgánico procedente del ganado. El sol sirve de fuente de iluminación natural a sus plantas de marihuana y la gran altitud del cultivo (a 2500 metros sobre el nivel del mar) hace que reciban una fuerte radiación ultravioleta. Gracias a la enorme eficiencia con la que administran los recursos, la pareja ha recibido en varias ocasiones el reconocimiento del gobierno local. En el 2014, el rancho fue nombrado área conservacionista del año, lo que les ha llevado a sacar al mercado su propia marca de marihuana: Pot Zero, que enfatiza la huella de carbono cero y un modelo de cultivo responsable.
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