Este año 2018 ha entrado con fuerza en California, y trae bajo el brazo la tan esperada legalización del cannabis recreacional. Un nuevo contexto que llega dos décadas después de que este Estado fuera el primero en el mundo en legalizar la marihuana para uso terapéutico.
Sin embargo, esta vez la que fuera cuna de la cultura cannábica, no ha sido el primer Estado en dar este paso, sino que se ha unido a la lista de los que ya lo hicieron hace un tiempo. Este retraso ha venido dado por la reticencia de la comunidad al temido "fantasma corporativo", pues muchos consideran que la nueva ley supone una amenaza para los pequeños productores.
Leyes federales, estatales y locales
Para los que no viven en Estados Unidos o no están familiarizados con las leyes que regulan la producción, venta y consumo de cannabis, el marco legal estadounidense puede parecer contradictorio y laberíntico. Para los que viven ahí o están familiarizados con las leyes...También. A pesar de que muchos Estados hayan legalizado el cannabis, esta sustancia sigue siendo considerada una droga de nivel I por parte del gobierno federal, la misma categoría en la que se sitúan la heroína o el LSD. Por tanto, la actividad de los productores puede hacerse más o menos complicada dependiendo del partido que gobierne en cada legislatura. Actualmente, el endurecimiento del prohibicionismo, que viene dado por la mano dura del fiscal general Jeff Sessions, entra en conflicto con las leyes Estatales. Mientras en los años de Obama se logró destensar un poco la situación, la era Trump promete ser un jarrón de agua fría. Más aún desde que a principios de enero Sessions firmara un documento para derogar la norma que ha permitido la legalización del cannabis sin intervención federal en varios Estados del país.
La nueva ley no favorece a los pequeños productores
La legalización en California tiene más matices de lo que pudiera parecer, y los pequeños cultivadores, que en su día fueron los padres del movimiento cannábico, corren el riesgo de quedarse fuera de juego. Para muchos de ellos, va a ser difícil superar el complejo entramado burocrático y cumplir con las exigencias de las nuevas ordenanzas. Esto sin contar con la brutal caída de los precios que ha tenido lugar la pasada temporada (entre un 60% y un 70%), debido a una saturación del mercado por sobreproducción de cannabis en 2017. El Estado de California se compone 58 condados con sus respectivas leyes locales. El problema es, que no todos los gobiernos locales están a favor de la legalización, en muchos condados, las leyes locales son mucho más restrictivas que la recién estrenada ley estatal. Es así como algunos cultivadores se encuentran con limitaciones para conseguir los permisos, pues las normas de su localidad no lo permiten. Otro factor en contra es el lento movimiento del engranaje burocrático. Mientras las grandes corporaciones tienen los medios para agilizar los trámites y mantenerse a flote a la espera de que los permisos lleguen, los negocios "familiares" no pueden permitirse parar su actividad hasta tenerlo todo en regla. Así ha sucedido en otros Estados como Washington, donde los cannabicultores que en su día fueron el motor para este cambio, han tenido que ceder un porcentaje importante de su negocio a grandes corporaciones con el fin de evitar la bancarrota. La historia de siempre, el pez grande se come al pequeño. Esperemos que esto no se repita en California, pues podría significar el final para estos pequeños productores, o su huida forzosa hacia el mercado negro, ya que los dispensarios sólo pueden comprar producto a aquellos que tengan licencia.
Hecha la ley, hecha la trampa
Una de las principales razones para que muchos miembros de la comunidad votaran en contra de la Prop.64, es el peligro de que esta nueva ley deje entrar a las grandes corporaciones creando un contexto de competencia desleal con los productores más pequeños. En principio, dentro de este nuevo marco legal se había previsto un periodo de transición de cinco años durante los cuales los pequeños productores estaban protegidos. Cinco años en los que el Estado no emitiría licencias para el cultivo a gran escala, y los pequeños cultivadores tendrían tiempo para adaptar sus negocios a la nueva normativa y ser más competitivos. Con el fin crear esta "protección", el Departmento de Alimentación y Agricultura, (el organismo encargado de regular la normativa que rige la producción y distribución de cannabis en California), estableció, el pasado mes de noviembre, una normativa a nivel estatal que limitaba el cultivo a un acre por individuo. De esta forma, se trata de impedir las plantaciones a gran escala, al menos hasta el 2023. Sin embargo, la Asociación de Cultivadores de California, se queja de que esta nueva normativa tiene trampa. Señala que a pesar de la limitación de un acre por cabeza, sí que está permitido obtener más de una licencia para cultivar en extensiones menores a un acre, por tanto, una misma corporación puede obtener varias licencias que le permitirían tener cultivos mayores a un acre. Un sinsentido más que añadir al complicado entramado legal.
No todo es negativo…
Como breeders y parte de la comunidad cannábica californiana, nos preocupa el contexto que esta nueva regulación puede crear, sin embargo, siempre hemos estado a favor de la legalización y la transparencia, y creemos que si las cosas se hacen bien, un mercado legal puede aportar muchos beneficios. En este sentido, esperamos que la legalización del cannabis recreacional sirva para acabar de una vez por todas con el estigma que ha demonizado a esta increíble planta y a las personas que la consumen. En términos económicos, se estima que esta industria tendrá un valor de 7.000 millones de dólares, una séptima parte de lo que actualmente genera el consumo de cerveza en California. Una oportunidad para la creación de miles de nuevos negocios y de puestos de trabajo. Para cumplir con las ordenanzas, los dispensarios deben obtener una licencia comercial estatal así como también los permisos de la localidad donde estén situados. Recordemos que si la localidad no lo permite, no se podrá realizar este tipo de actividad. También deben pagar impuestos sobre las ventas al gobierno local, y serán ellos los que establezcan los lugares donde se puede cultivar y almacenar cannabis. También serán los gobiernos locales los encargados de regular los productos elaborados que contengan THC. Quizá los más beneficiados por la nueva ley son los usuarios, pues ahora pueden cultivar hasta seis plantas en su vivienda con el fin de auto-abastecerse, y los mayores de 21 años pueden llevar consigo hasta 28, 34 gramos de cannabis. No está permitido fumar marihuana en lugares públicos, al volante, en lugares donde se prohibe fumar tabaco, a menos de 300 metros de una escuela, o lugares donde haya niños.
La calidad del producto y el impacto medioambiental
En realidad, lo que hace que la hierba de California sea tan especial, es precisamente el modo en que estos pequeños cultivadores la producen. El cultivo orgánico, el mimo, la atención que dedican a cada planta, y la sabiduría acumulada durante décadas, hacen que el producto final sea de mayor calidad y más saludable. Por ello que consideramos que hay que protegerlos, porque queremos un cannabis de calidad, es importante preservar los parámetros que han hecho que California sea una referencia a nivel mundial. No hay que olvidar que para muchos de estos productores "artesanales", la planta es su vida. Y a ella se dedican en cuerpo y alma, no solamente con el fin de producir las flores más deliciosas del país, también con el objetivo de mantener la salud del ecosistema evitando que sus cultivos generen un impacto negativo sobre el medio. Movimientos como el llamado "cannabis regenerativo", que apuestan por integrar la marihuana dentro del ciclo natural, creando un círculo biológico que se retro-alimenta. En este sentido, las grandes corporaciones han demostrado ser un peligro, solo debemos echar un vistazo a otras industrias (por ejemplo la alimentaria), para comprobar que sus prácticas dejan mucho que desear. Desgraciadamente California ya ha sufrido suficientes barbaridades ecológicas, como la tala indiscriminada de secuoyas en el norte, o la ola de incendios que arrasó grandes extensiones el año pasado. Nuestro frágil ecosistema no necesita más palos en la rueda. Por este motivo creemos que la nueva legislación debe ser implacable a la hora de proteger el medio de los grandes "depredadores corporativos", implementando también medidas para asegurar que los pequeños productores pueden ser competitivos en este nuevo mercado legal.
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