Vino de La Rioja, champán francés...¿marihuana de Humboldt? Los consumidores dan gran importancia al lugar de origen de muchos productos agrícolas. Esta tendencia se mantiene en la industria del cannabis, donde también los cultivadores reconocen la importancia de promover el origen geográfico de sus productos. Al identificar la ubicación de donde procede ese cannabis, se sugiere que presenta ciertas cualidades o características por el hecho de provenir de esa región específica, una certificación que a menudo también significa normas, prácticas y diversidad genética.
El cannabis es una planta milenaria que ha conseguido adaptarse tanto en zonas tropicales como en fríos valles montañosos. Su versatilidad ha originado que se desarrollen variedades genéticas distintas por todo el mundo, incluso superando a variedad vegetales tan extendidas como la vid. Cada especie de cannabis se ha adaptado muy bien a la ubicación geográfica en la que ha sido cultivada, desde las altitudes secas de Afganistán a las frondosas selvas de Jamaica, consiguiendo expresar así la verdadera esencia del lugar.
Todos los condicionantes ambientales de cada región contribuyen a ese carácter único, que va desde la apariencia y la textura hasta el sabor y el aroma de la marihuana. Pero la idea de comprender la naturaleza de la tierra donde se trabaja el cannabis, ya sea desde un punto de vista práctico o espiritual, va más allá de las condiciones climáticas del lugar: tiene que ver con los procesos de cosecha y curación del producto, que es lo que se aporta a la ubicación. Por lo tanto, las decisiones del agricultor pueden ser determinantes para resaltar o anular las propiedades de las plantas derivadas del lugar donde crezcan.
La importancia de los orígenes geográficos del cannabis
Hoy este concepto agrícola cruza la frontera hacia el cannabis, puesto que existen regiones como el condado de Humboldt, en California, donde se lleva cultivando marihuana desde los años 60. Tras décadas de experiencia, es de justicia otorgar a esta zona una denominación de origen propia frente a otras menos curtidas en el tiempo. Porque, usando la misma lógica que con el vino, la denominación de origen lo que busca es un punto diferenciador frente a la competencia, que suele ir ligado a los usos tradicionales y a los controles de calidad del producto.
La legalización del cannabis en el estado ha sido una noticia excelente para los consumidores: significa más supervisión y menos personas encarceladas por posesión. Pero ha sido un infierno para los cultivadores, que se encuentran repentinamente inundados por montañas de regulaciones destinadas a proteger el medio ambiente y al usuario, pero que acaban pasando factura al agricultor. Una forma de compensarle es sin duda otorgar un reconocimiento a su trabajo en forma de denominación de origen diferenciada.
Precisamente ese debate ha surgido en California, donde existe un proyecto para atribuir una denominación de origen a algunas variedades de marihuana que se cultivan en el estado. Es lo que está intentando conseguir el Mendocino Appellations Project (MAP), una idea desarrollada en el condado de Mendocino que busca dar ese título a los cultivos para "proteger la cultura singular y la marca del cannabis".
"La idea es crear esta forma de proteger la propiedad intelectual de los granjeros en el condado de Mendocino y Humboldt y en las otras partes del Triángulo Esmeralda", afirman desde el Mendocino Appellations Project. Los productores del estado han creado métodos de cultivo únicos y cepas que tienden a prosperar en los diversos microclimas Y los consumidores aclaman el sabor único que tiene el cannabis por las condiciones de cultivo del norte de California. Ahora es el momento de proteger este recurso potencialmente tan valioso.
Hacia un reconocimiento integral para el cannabis californiano
En 2017, el Senado de California aprobó un proyecto de ley que exigía al Departamento de Alimentación y Agricultura del estado que, para el año 2021, implementara "un proceso mediante el cual los cultivadores autorizados puedan establecer denominaciones de normas, prácticas y variedades aplicables al cannabis cultivado en una determinada área geográfica". La División de Licencias de Cultivo de CalCannabis está en proceso de investigación, solicitando la opinión de los interesados y midiendo los marcos regulatorios para el Proyecto de Denominaciones de CalCannabis, reglamentación para las denominaciones de California que comenzará a fines de 2019, un proceso mediante el cual los cultivadores de cannabis autorizados por el estado podrán establecer denominaciones de origen.
Con este fin, el objetivo de MAP es formalizar etiquetas que ignorarían aspectos como los límites de los condados, pero podrían reflejar las comunidades de productores que se han formado a lo largo de los años en función de los límites ambientales y culturales que conforman cada zona. Los datos de cada cada granja revelarían en teoría cómo podría estar afectando el terreno y el microclima, por ejemplo, a la expresión de cannabinoides y terpenos. Dependiendo de los datos, se podría ayudar a reforzar la idea de que el norte de California tiene algo especial, que el cannabis que se cultiva allí no se parece a ningún otro.
Protección para los cultivadores… pero también para consumidores
Incluso si no fuera así, el sistema de denominaciones de origen seguiría desempeñando un importante papel para proteger las economías agrícolas locales y rurales y brindar protección al consumidor
Los cultivadores de California pueden estar pasando por momentos difíciles, pero sus problemas empeorarán cuando la gran industria del cannabis inunde el mercado con gigantescos cultivos en invernaderos, produciendo cantidades masivas de marihuana y reduciendo los precios. Este producto podría ser adecuado para algunos consumidores que quieren la marihuana más barata posible al nivel más potente posible. Pero habrá otros que pueden pagar un poco más por productos certificados con denominación de origen del Triángulo Esmeralda, propiciando el surgimiento de un mercado de usuarios que saben apreciar y entender que la marihuana que tienen entre manos es única y está hecha de forma artesanal.
Así, las denominaciones de origen tienen el potencial de crear un camino a seguir para los cultivadores de cannabis tradicionales, si pueden mantenerse el tiempo suficiente para que el mercado los apoye. Y muchos de ellos no pueden.
Los pequeños agricultores están vendiendo sus granjas, renunciando al cannabis como cultivo, perdiendo sus propiedades ante el banco y los inversores sin escrúpulos. A principios de 2018, la Asociación de Productores de California estimó que había 68.000 granjas de cannabis en California. Los funcionarios del condado de Humboldt estimaron que entre 6.000 y 15.000 crecen en todo el condado. A partir de octubre del año pasado, el estado solo había emitido unas 5.000 licencias de cultivo temporales y, en noviembre, solo siete licencias completas. Entonces, en cinco años, ¿seguirá cultivando incluso una cuarta parte de los agricultores de Humboldt? Probablemente no.
Para aquellos cultivadores familiares que pueden sobrevivir solos, en cooperativas o con la ayuda de inversores con integridad, la perspectiva positiva es que el mercado de marihuana básica que se avecina y el mercado artesanal se complementen entre sí. Por ejemplo, el cannabis comercial alimentará productos asequibles para el consumo general. El cannabis artesanal tiene como objetivo el nicho de calidad único, para el consumidor que sabe apreciarlo. Y que pagará por los rasgos diferenciables que resulten de un lugar, persona y proceso.
Por tanto, el objetivo de las denominaciones de origen es dar estatus al cannabis que compramos, identificando la excelencia con el lugar de donde proviene. Lo vemos en el vino, en el queso, en el aceite de oliva… ¿Por qué no también en la marihuana?
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