Cultivar marihuana es una experiencia muy interesante y divertida. Pero también es difícil. Y un buen inicio es clave para que, al final del proceso, podamos disfrutar del resultado. Por eso, conocer bien qué es la plántula y cómo actuar con ella puede marcar la diferencia entre el éxito y la frustración. Si controlamos su estatura, fomentamos el crecimiento radicular y le damos los nutrientes apropiados, estaremos fortaleciendo la planta y maximizando su rendimiento para todas las semanas que quedan por delante.
La primera fase del cultivo de cannabis es rápida y hermosa: tan pronto como las semillas germinan, se deja vía libre a un débil tallo primigenio que, una vez en el sustrato, se sumerge para constituir una diminuta raíz que se va fortaleciendo poco a poco, mientras van apareciendo las pequeñas plántulas. Así es como en botánica se denomina al estadío del desarrollo que comienza cuando la semilla germina y muestra su primer par de hojas (o cotiledones, de aspecto redondeado) y termina cuando la planta desarrolla sus primeras hojas funcionales (con múltiples foliolos de aspecto dentado). Sin embargo, estas plántulas son muy frágiles, y a veces los cannabicultores más noveles cometen errores fatales por interpretar mal sus necesidades.
Buscando la luz: factores a tener en cuenta
En ocasiones, nuestra pequeña plántula puede estirarse más de lo aconsejable. Un exceso de crecimiento vertical genera unas plantas frágiles e inestables, con una producción muy baja. Este comportamiento puede deberse tanto a factores ambientales como genéticos (por ejemplo, las variedades sátivas tienden a estirarse más que las indicas):
- El tallo se mueve por un instinto de supervivencia. Al igual que la raíz trata de llegar a los puntos en los que se encuentran los nutrientes, el tallo hace lo mismo con la luz. Este fenómeno se denomina fototropismo positivo, y lo genera una fitohormona llamada auxina. Por tanto, si tu planta se alarga de forma desmesurada puede sufrir una situación de estrés, porque no está recibiendo la luz que necesita.
- En espacios abiertos, las plantas se guían por el sol, de donde obtienen la luz y el calor, por lo que es lógico que pugnen por crecer más que las de alrededor, para evitar quedar a la sombra. Para evitarlo en los espacios interiores, puedes jugar con las lámparas, utilizando las adecuadas y ubicándolas de tal forma que la planta aproveche toda la luz que emite.
- Para ello, es mejor que utilices una lámpara menos potente, pero más cerca y bien dirigida, que una muy potente alejada o mal dispuesta. Para mejorar, también puedes usar reflectores o armarios de crecimiento, que maximicen el aprovechamiento de la luz por parte de las hojas.
- El calor es otro factor que puede afectar al estiramiento de nuestras plántulas: temperaturas superiores a 27 ºC empujarán a los tallos a crecer hacia arriba. Otros factores de estrés ambiental, como los producidos durante un trasplante, desencadenan en la planta un espigamiento excesivo. Una de las respuestas de las plántulas cuando están afligidas (por ejemplo cuando el sustrato no es bueno o no están recibiendo la fertilización necesaria), es estirarse, por lo que hay que estar atentos.
- Si el problema es que no consigue crecer hacia arriba, porque no tiene fuerza y es muy débil, podrás ayudarla a crecer dirigiéndola con algún tipo de soporte vertical que le guíe y apoye. Que haya ventilación ayudará también a que los tallos se fortalezcan y a que crezcan en diámetro en lugar de en altura. Con un buen flujo de aire las plántulas seguirán creciendo vigorosamente, pero sin estirarse en exceso.
Cuidado con los hongos
Una de las afecciones más comunes en estos primeros brotes son las causadas por hongos parásitos, generalmente de los géneros 'Rhizoctonia' y 'Pythium'. Estos producen una reacción conocida por su nombre en inglés, 'damping off', un término que en español se traduce como marchitamiento fúngico y que describe el fenómeno: el pequeño tallo pierde brío y se inclina hacia el suelo, mientras que las hojas adquieren tonos amarillentos.
La presencia de estos dañinos organismos, que prefieren ambientes húmedos y cálidos, impide el movimiento de los nutrientes en la tierra y su absorción por las raíces. La mejor forma de combatir a estos hongos es prevenir su aparición, vigilando escrupulosamente los niveles de humedad del suelo o de la tierra de la maceta y evitando regar demasiado. Una buena estrategia es observar si la superficie del sustrato está mojada: no añadas aguas si no está seca.
El morado no siempre sienta bien
Para saber si tu plántula está creciendo sana, el color es de ayuda. En ocasiones, los tallos de las plantas de marihuana tienen un color amoratado por diversas causas. Al igual que el excesivo estiramiento, el motivo puede ser genético. En ocasiones, toma este color por efecto de las condiciones del entorno, como un frío demasiado intenso, por lo que bastará con que regules la temperatura para que no baje de los 20 ºC.
Si el color morado solo afecta al tallo, no hay motivo para preocuparse. Pero si afecta también a las hojas tu plántula podría sufrir un déficit de fósforo. Esta carencia repercutirá en un menor tamaño de los cogollos. Una solución eficaz es utilizar fertilizantes que contengan fosfatos.
Si percibes que la coloración morada se mantiene por mucho tiempo en gran parte de la planta y, además, hay muchas hojas, pero con un tallo muy débil, es posible que el motivo sea un exceso de nitrógeno, lo que generará una producción escasa. La solución más sencilla es limpiar bien la raíz de la planta, vertiendo una mayor cantidad de agua de la habitual.
Fertilizar, sí, pero sin pasarse
Lo primero que debes tener en cuenta es que la estimulación de las raíces es un proceso muy importante. Si el desarrollo del sistema radicular no es adecuado, no podrá absorber todos los nutrientes para crecer y ofrecerte una producción generosa. Este proceso debes realizarlo en la primera y segunda semana, añadiendo estimulador de raíz en los riegos.
Hasta que se inicie la fase de crecimiento, la planta crecerá de sobra con los nutrientes que le otorga el sustrato. Si el sustrato es rico en nutrientes, como una tierra con estiércol, humus de lombriz u otras sustancias análogas, no deberás preocuparte de fertilizar hasta, al menos, la cuarta semana. Si el sustrato no es tan fértil, habrías de comenzar la fertilización en la tercera semana, utilizando fertilizantes ricos en nitrógeno, fósforo, potasio y microelementos, hasta que dé comienzo la etapa de prefloración.
Que crezcan fuertes
Lo más importante es que la planta haya enraizado correctamente. Si superas esta prueba, ya habrás ganado mucho. Durante las dos primeras semanas, deberás ocuparte de que las raíces se desarrollan lo suficiente para captar los nutrientes que la planta necesita. Los productos químicos pueden resultar demasiado agresivos en este momento, ya que la planta todavía es muy joven, y cualquier error en la cantidad supondría un grave problema. Por eso siempre puedes recurrir a sistemas ecológicos que, además de menos agresivos, son más sostenibles.
La auxina es uno de los responsables del crecimiento de la planta, tanto del tallo como de la raíz. Pues bien, aunque no queremos que el tallo crezca demasiado, potenciar esta fitohormona al principio hará que las raíces se desarrollen rápidamente. Las semillas germinadas de algunos cereales, como el trigo o el alpiste, o legumbres, como las lentejas o el garbanzo, ayudan a producir auxinas de forma natural. Poniéndolas en remojo durante unas 8 horas, obtendrás un magnífico potenciador de raíces para regar.
La mudanza final
Al principio, es mejor que las plántulas estén en una maceta pequeña. Una maceta grande implica que haya más humedad con el riego, de forma que una planta tan pequeña no pueda absorberla y las raíces se pudran. Pero llegará un momento en que haya crecido tanto que deba cambiar de casa. Cuando tu plántula haya desarrollado ya cuatro pares de hojas o las raíces se empiecen a enmarañar y salgan por la base de la maceta, será el momento de iniciar la mudanza para que siga creciendo, más rápido y con más fuerza.
Y recuerda, que a diferencia de lo que ocurre en los humanos, que una plántula de marihuana dé el estirón demasiado pronto no es un signo positivo. Aunque puede tratarse de una característica genética de una variedad, que el tallo crezca demasiado y dé a la planta una apariencia larguirucha y enclenque puede ser un síntoma de que algo falla: este tipo de crecimiento desequilibrado genera tallos débiles que no son capaces de soportar las ramas ni las hojas.
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